Deja que sea el ESPÍRITU el que hable por ti. |
Es realmente interesante la idea de
querer escribir una idea pero no saber cómo dar inicio. Cuando se desea plasmar
una circunstancia, reflexión, novela… por escrito, el redactor debe dejar su
mente volar en el mundo de palabras, que se presenta ante él. Entonces es cuando
selecciona las palabras más idóneas que expresen y plastifiquen mejor su idea a
expresar.
Sin
embargo, existen ideas que sólo nadan en un mundo idealista, que se pueden
expresar de manera extraordinaria y la mente del humano es capaz de comprender
pero jamás plastificar, jamás vivir en el contexto de la idea expresada. El
dilema no es saber leer, llevar a la praxis lo leído. Cuando cursé secundaria
un profesor dijo que uno de los propósitos más importantes de un lector es
hacer suya la idea que lee; por ello el escritor debe sentir con pasión lo que
escribe y debe experimentar las letras que el mismo organiza en palabras y que
a su vez darán origen a la idea real que desea expresar.
Pero
¿cómo sentir algo que jamás se ha conocido? Acaso ¿se podrá escribir sin antes
tener la experiencia de la idea plasmada? La respuesta es meramente sencilla,
pues todos son libres de escribir lo que deseen, pero si nuestro fin último es
hacer encarnar la idea en el lector es indispensable que antes se haya
experimentado lo que se va a escribir. Nadie habla de lo que no conoce, nadie
se atreverá a compartir una idea si antes no tiene la seguridad que es una idea
coherente, pues de lo contrario se arriesga a ser punto de burla,
desacreditación, o simplemente ignorado. Creo es válido también decir que
algunos se atreven a escribir sin sentido y tienen éxito pues en el mundo hay
espacio para todos. Con todo esto prefiero escribir para personas con criterio
que dan certeza de su existencia y que llevan sus ideas a un estado de
realización pues es ahí donde se encuentra la garantía de que somos seres con
una capacidad sublime que es competente para lograr todos nuestros sueños y
realidades. Una persona que no sueña, aunque sean sueños pichurrientos es una
persona que jamás ha visto su porvenir. ¡Cuidado! No intento decir que hay que
experimentar todo para poder saber. Es más sabio el que experimenta en cabeza
ajena. Y cuando hablo de escritor no me refiero a la extensión de la palabra,
sino que el mundo en el que vivimos es papel del redactor, nosotros somos los
escritores y nuestros actos las pluma que escribe, y la tinta es la esencia que
nos hará salir libres y triunfantes, pero como todo escritor necesita un
corrector y guía que sea de confianza, que dé alegría he aquí que lo presento
se llama: Dios.
“El Señor que te conduce, estará contigo; él no te dejará ni te
abandonará. No temas ni te acobardes” Deuteronomio 31, 8